Ir al contenido principal

Café negro: donde el tiempo no se detiene

El verano trae tardes lluviosas en las que no hay mucho que hacer, sin embargo son esas tardes en las que uno puede acercarse más a sus seres queridos; viendo juntos una película, reuniéndose para jugar un juego de mesa o, mi opción favorita, sentándose frente a una taza de café negro, con leche, con espuma o con kilos de azúcar (aquí esto no importa) y dejar que los temas de conversación más variados y aleatorios florezcan en la mesa. Esto es Café Negro; un espacio que ha logrado cautivar a locales y viajeros que van de paso por el centro de Coyoacán.

Caminaba por el Jardín Centenario cuando escuché las nubes avisar sobre la lluvia que se acercaba; supe que tenía que encontrar un lugar donde resguardarme y las seis de la tarde indicadas por el reloj sólo me ofrecían dos opciones para matar el tiempo y aprovechar para evitar una gripe no planeada: café o cerveza. Sobra decir que el estado de ánimo de mi novia (y que era martes) tomó la decisión, sería un café. Fue entonces cuando dimos con una fachada de cristal con grandes letras impresas, Café Negro se leía, y el local irradiaba calor y una extraña tranquilidad en el caos de un barrio invadido por motores, gritos y música estridente.

Alcanzamos a cruzar la calle antes de que las primeras gotas de lluvia bañaran el pavimento, entramos a un espacio de luz tenue, techos altos y una mezcla de mosaicos blancos, pisos y muebles de madera rustica y enredaderas que cuelgan de todo lugar posible; al fondo una barra desde la que los empleados te saludan. Cerramos la pesada puerta a nuestras espaldas y nos dispusimos a sentirnos en casa; paraguas y chamarras al perchero, me acerqué a la barra. Después del reglamentario vistazo al menú, aun sabiendo lo que quería, pedí las bebidas y me distraje viendo los croissants, no pude resistir y pedí un par. Pagué justos cien pesos y me marché camino a la barra que ambos elegimos con la mirada para sentarnos.


Dos minutos bastaron para saber que habíamos fallado en la elección pues las dos mujeres a nuestro lado hablaban a un volumen tan molesto que no fuimos los únicos en voltearlas a ver; pero Café Negro está lleno a estas horas y uno se tiene que adaptar. Llegaron dos tazas humeantes seguidas por un plato de barro con el pan y aquí fue donde entendí que el tiempo no se detiene, por mucho que parezca que lo hace. Pasamos tres horas sentados en la misma mesa; platicando todo lo que al amable lector le venga a la mente.

Mientras tanto, nuestros vecinos de mesa cambiaron varias veces: las platicadoras desaparecieron en un momento de distracción; el computarizado de mi izquierda de pronto estaba hablando con otro como él; un solitario, que me dio la impresión de que se entretuvo con nuestra plática, se sentó a mi derecha y, detrás de mí una platica de negocios que no llegó a concluir; al frente, un grupo de potenciales extranjeros que me hizo pensar en la impresión que daría un lugar así a la gente de otras latitudes…


Me dio la impresión de que la población total de Café Negro cambió unas tres veces durante nuestra estancia en esta barra. Pero, no sé si se enfrío mi café antes de que lo terminara, tampoco si dejó de llover mientras hablábamos, me pregunto si sabe ahora ese solitario hasta el nombre de mi perro o si se cerrará el negocio que inició a mis espaldas. Porque, para mí, el tiempo se detuvo esa tarde lluviosa en la que parece ser la cafetería de moda en Coyoacán, sin embargo, la gente siguió con sus vidas sin saber que un curioso (o metiche) estaba ahí para escribir lo que vio en donde el tiempo no se detiene.

Dirección: Av. Centenario 16, Coyoacán, Ciudad de México, México.
Sitio web: www.cafenegrocoyoacan.com
Facebook: @CafeNegroMx

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los burritos norteños: Un clásico coapeño

Entre canal de miramontes y esquina con transmisiones, se encuentra un puesto callejero el cual lleva mas de 15 años sorprendiendo a los comensales que los visitan, no solo por inigualable sabor, si no también, por el tamaño de sus burritos. Si tienes algún conocido que halla vivido o estudiado en coapa, seguramente ha por lo menos escuchado de este local, que se ha vuelto un clásico de la zona, el cual apesar de que son de un estilo muy del norte del país, se han aclimatado al gusto del chilango con sus burritos de arrachera, rib eye, sirloin, chilorio, cochinita, cordero o hasta el vegetariano, además de acompañarlos de queso, lechuga, cebolla, papas a la francesa y sus respectivas salsas de cacahuete o pistache.  Algo que cabe destacar de este peculiar lugar son los extravagantes y variados tamaños que puedes elegir para tu burrito, habiendo desde el pequeño de 20 cm, el chuchuluco de 1 metro o el burro en primavera, que son 2 metros de largo, el ultimo llegando a tener de e

La palapa del pacifico, una marisquería tradicional

La historia de esta marisquería ronda desde el año 1958 en Veracruz. Sus fundadores trajeron su propio sello desde Alvarado Veracruz a la ciudad de México, el cual  ha pasado de generación en generación, empezando con pequeños locales de mariscos en el mercado de Jamaica y cerca del centro de Tlalpan, los cuales siguen en la actualidad con el nombre de "El paisa" Fue hasta hace apenas 4 años que decidieron aventurarse con una etiqueta mas "gourmet" al abrir un restaurante con una idea y platillos mas modernos, pero sin olvidar ese sabor particular veracruzano que empezó desde la sazón del abuelo. Desde el momento que llegas sientes ese ambiente familiar, donde hasta los mismos cocineros te saludan desde la plancha de la cocina y el mesero te recibe con un típico caldo de camarón para abrir apetito, para justamente después ofrecerte una pequeña variedad de entradas que van desde un clásico cóctel de camarón, hasta tacos de pescado o empanadas de pulpo.  A l

Rocking Burgers; Hambuerguesas con raíces musicales

Muy cerca del metro Taxqueña, justo en la linea donde empieza la zona de Coapa, en lo que aparenta ser una simple casa, encontraras posiblemente las mejores hamburguesas de la zona, donde destaca no solo la comida, sino también su ambientación rockera de los 60's y 70's, donde encontraras desde pósters de bandas iconicas como Led Zeppelin, hasta el clásico carro de la época tipo vaselina trasformado en una mesa. Este lugar que empezó vendiendo hamburguesas desde una de las ventanas de la casa, fue creciendo y ganando popularidad hasta transformar la casa entera en un restaurante, fama que puedes comprobar desde la fila de 20 - 30 minutos que tienes que hacer para poder entrar, ya que aunque el lugar no es muy grande del todo, al terminar ni recordaras esos minutos de espera ya que la experiencia siempre vale la pena. El lugar tiene algunas entradas clásicas como alitas o dedos de queso, pero definitivamente sus hamburguesas son lo que destacan sin lugar a dudas, don